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"Philomena", la historia de un niño robado por la Santa Iglesia Católica

Un niño robado por unas monjas de clausura. Este es uno de los miles de casos reales en que la Iglesia ha blasfemado el nombre de Dios con el objetivo de obtener sus propios intereses económicos. Esta es la historia de Philomena, una mujer que también vivió el arrebato de su hijo.


Philomena Lee es una señora que mira, melancólica, la fotografía de un niño en blanco y negro cuando su hija le pregunta quién es. En ese momento decide narrarle su historia.


En ese día se cumplen 50 años del nacimiento de su hijo. El niño nació en el convento donde permanecía, y las católicas monjas se lo vendieron a una familia americana. Ella corrió para recuperarlo, pero no lo consiguió. El convento ganaba dinero a partir de ese negocio ilícito, causando un eterno dolor y un remordimiento a las mujeres que se los arrebataba.


El único recuerdo material que conserva de él es la fotografía enmarcada gracias a que una monja joven se la pasó a espaldas de la madre superiora. Con el fin de acabar con la incertidumbre que Philomena arrastra desde hace medio siglo, la hija le cuenta a Martin Sixsmith, periodista de la BBC, la tragedia que vivió Philomena.


Tras una serie de búsquedas, Martin y Philomena exponen sus dos formas diferentes de ver la vida y la fe. Martin es un hombre ateo, cínico y racional mientras que Philomena es una mujer benevolente y encantadora, con un gran don para perdonar. No obstante, en ellos se establece una relación de amistad acompañada de un curioso y conmovedor final.


Philomena es una gran película dirigida por Stephen Frears y está basada en la novela que hizo Martin Sixsmith, periodista que fue con Philomena en busca del hijo de ella.


Hay que destacar el majestuoso papel que hace Judi Dench (Philomena) y Steve Coogan (Martin), llenando la producción de ironía y escepticismo en los fragmentos acerca de sus exposiciones religiosas. Steve Coogan hace el difícil carácter de periodista riguroso y práctico, metiéndose en el reflejo de Martin Sixsmith. Lo mismo se debería decir acerca de Judi Dench, actriz maravillosa que refleja la personalidad de Philomena Lee. Complicado papel, para ser sinceros, pero ella le sabe aplicar su talante, basados en la sutileza, su capacidad para perdonar y su sensibilidad.


También conviene resaltar la cautivadora banda sonora que te adentra en los momentos de ternura entre Philomena y su hijo. Una increíble música creada por el compositor Alexandre Desplat.


Como conclusión, acabo especificando que Philomena es una película magnífica que plasma una conmovedora historia real, tanto lo sufrido por la protagonista como el malévolo juego sucio de la Santa Iglesia Católica.

Dando fin a este artículo, os voy a dejar una imagen de la película y algunos de sus diálogos más sorprendentes:


Philomena y Martin vuelven al lugar de inicio, al convento que da inicio a todo, para lograr encontrarse con la verdad.

“—El miedo aumenta ahora que nos acercamos. Era más fácil preguntarme si estaba en problemas, en prisión… o quién sabe dónde. Me reconfortaba imaginarlo feliz y exitoso. ¿Pero si murió en Vietnam o regresó sin piernas, o vive en la calle? —No se altere por algo que aún no sabemos. —¿Y si es drogadicto? ¿Y si es obeso? —¿Obeso? —Vi un documental, muchos estadounidenses son enormes. ¿Y si le ocurrió eso? —¿Por qué sería obeso? —¡Por el tamaño de las porciones!”


“—¿Por qué lo ocultó durante 50 años? —Lo que hice fue pecado. Reprimí todo recuerdo. Luego pensé que mantenerlo oculto también era pecado, porque mentía a todos. Y me hallé sin saber cuál pecado era peor, tener el bebé o mentir. Al final no pude decidirme.”


“—Quisiera confesarme. Al venir pasamos por una iglesia. —¿Qué desea confesar? —Mis pecados, por supuesto. —¿Qué pecados? La Iglesia católica debe confesarse, no usted. “Perdón, Padre, he pecado. Encarcelé jóvenes contra su voluntad. Las usé como mano de obra y vendí sus hijos al mejor postor”. —Espero que Dios no lo escuche. —¡No creo en Dios! Mire, no me cayó ningún rayo. —¿Qué quiere demostrar? —No necesita la religión para llevar una vida feliz y equilibrada. —¿Cómo la suya? —Soy periodista, hago preguntas. No creer ayuda a la verdad. ¿Qué dice la Biblia? “Feliz el que no ve y aún cree”. ¡Hurra por la fe ciega y la ignorancia! —¿En qué cree? ¿En provocar y ser arrogante? —El otro día leí un titular satírico acerca del sismo en Turquía. “Dios volvió a superar a los terroristas”. ¿Necesita arrastrar cuentos de miles de personas? Pregúntele mientras está allí. Él dirá: “Actúo de forma misteriosa”. —Creo que dirá que usted es un maldito idiota.”


“—Completamos el círculo. —Sí. “El final de la búsqueda será llegar al comienzo y conocer el lugar por primera vez”. —Eso es hermoso, Martin. ¿Se le ocurrió a usted? —No, cité a T.S. Eliot. —No importa, aún es bello.”


En este último diálogo, Philomena y Martin hablan con la hermana Hildegarde, la madre superiora. Ella se justifica tapándose con la capa de Cristo; Martin despotrica contra ella, denunciando la crueldad y la falta de humanidad, y Philomena intenta generar paz es comprensiva con la madre superiora y la perdona.


"—No hay nada que hacer o decir. —Hallé a mi hijo. A eso vine, Martin. —Un momento. Le diré qué hacer. ¿Qué le parece disculparse? Deje de tapar todo. Limpie las tumbas de las madres y bebés que murieron en el parto. —El sufrimiento fue el tormento por sus pecados. —¡Una de las madres tenía 14! —¡Martin, suficiente! —Jesucristo será mi juez, no usted. —Fue Jesús quien la puso en esa maldita silla. Y ya no podrá pararse. —¡Basta! Lo siento. No quise provocar el incidente. —No se disculpe. Anthony agonizaba y no le contaron acerca de usted. —Me ocurrió a mí, no a usted. Yo decidiré qué hacer. —¿No hará nada? —No… Hermana Hildegarde. Sepa que la perdono. —¿Así sin más? —No así sin más. Es duro para mí. No quiero odiar a la gente. No quiero ser como usted. Mírese. —Estoy enfadado. —Debe ser agotador.

Martin se dirige hacia la Hermana Hildegarde. —Yo no puedo perdonarla."




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