A vosotros, humanistas, artistas y pensadores; os escribo
Queridos humanistas, artistas y pensadores,
Este artículo está dedicado a todo aquel que se considere todo lo anterior nombrado y lo sienta desde el corazón. Soñadores que manifestamos de diferentes maneras nuestro concepto de vida más allá de la mente y del habla. Representado en un material, haciendo causar nuestras conciencias sobre nosotros un proceso de creación continua, no para obtener la fama, sino para evadirnos y abrir nuevos horizontes a nuestro desarrollo como personas. Unas ansias intensas de reflejar aquellos pájaros que tenemos sobre la cabeza, ya sea en forma de palabras, notas, dibujos...
Esta carta os escribo para animar a todos vosotros, a aquellas extrañas y maravillosas mentes, a que dejemos nuestra huella en el bellísimo mundo del arte. Jamás tendremos el afán de lucrarnos y de obtener la fama, sino ser auténticos y sinceros. Mantener vigente el concepto de humanidad, esfumado por los banales intereses de la sociedad y del falso arte (el arte comercial) para seguir siendo el ser supremo sobre la Tierra. Sólo así conseguiremos continuar siendo un animal que razona, en lugar de una bestia salvaje soltada a este mundo.
Sólo expresaremos lo que vuestro corazón y vuestra ánima nos exija, apelando siempre a los sentimientos personales y esforzándonos siempre por la perfección. Nunca nos conformaremos con menos en cuanto a la calidad de una obra artística. Lucharemos siempre en elaborar vuestro arte de manera que el receptor que lo perciba debería meterse en la misma piel que su creador. Gastar el tiempo que haga falta, nunca ponerse límites sensoriales o de cualidad, siempre aspirar a una marcada finalidad, una sensación que no tiene precio. Eso es la emoción de tu corazón latiendo y siguiendo los compases de vuestra creación, una palpitación tan sincera como la vivencia de nuestra pasión por la vida, en lo bueno y en lo malo, y de comunicarla mediante el lenguaje artístico.
“¿Cómo consiguen ellos la inspiración?”, dirán aquellos que no están en nuestra onda. El verdadero humanista, artista y pensador jamás pierde esa cualidad, de la misma forma que las personas no perdemos nuestra capacidad de soñar, de ensimismarnos y de fantasear más allá de los límites de la realidad. Hemos de pensar que cualquier de esos pensamientos se puede aprovechar para dejar un patrimonio eterno. Una poesía, un cuadro, una composición, un ensayo filosófico, una novela... cualquiera de esas expresiones permiten reflejar cuáles son nuestros enfoques de la sociedad, cuáles son nuestras emociones y, con eso, transformar la existencia de quienes admire nuestras obras.
“Lograr la inspiración está muy bien, pero, ¿qué les motiva para hacer arte?”, se preguntará la gente corriente. Las ansias de hacer verdadero arte no se puede explicar con palabras. Sólo los humanistas, artistas y pensadores sabemos a qué me estoy refiriendo. Es indescriptible, son como voces, imágenes, sonidos... provocados por la propia conciencia y no vale la pena esforzarse por saber de dónde vienen. Te dejan aturdido y algo te invoca a que cojas esas confusiones y las hagas realidad. No porque te lo pida la mente, sino porque te lo exige las grandes profundidades del alma.
Desafortunadamente, humanistas, artistas y pensadores; tendremos el mismo destino que todo ser vivo. Acabaremos convertidos en cenizas, nuestras conciencias se callarán y llegaremos al dormir que jamás se puede interrumpir. Entonces, ¿para qué hacer arte si todos acabaremos igual? Nosotros dejaremos de respirar algún día pero aquello que hemos creado durará eternamente, nos representará y formará un hueco en la extensa historia de la humanidad. Si deseáramos vivir como un muerto, es decir, sin dejar constancia de nuestra vivencia, ¿para qué sirve vivir si se presencia la existencia en constante defunción? Esta es la verdadera esencia del arte. Marcar nuestras pisadas de tal forma que vivamos intensamente nuestra vida, saber realmente qué es el vivir y disfrutar de nuestra pasión. Las cenizas se esfumarán pero el arte durará eternamente.
Acabando este escrito, os plasmo una frase de Abraham Lincoln: “Al final, lo que cuenta no son los años de tu vida, sino la vida de tus años”. Hemos de tener esta frase como lema, no dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy y no dejemos cosas por decir o por acabar. Esta es la mejor forma de vivir. No se podría vivir más intensamente. ¿Cómo? Saboreando la dulzura de la existencia y volar más allá de la tierra que pisa nuestros pies. Poner alas a la imaginación es la libertad más grande debido a que no hay persona más libre que cuando se sueña. Soñar no tiene ni límites, ni cadenas ni cautiverio.
Os animo de nuevo a vosotros, humanistas, artistas y soñadores; a que emprendamos la mayor gesta de nuestras vidas. Individualistas o colectivos, os invoco. ¡Quién sabe, aquello tan espléndido que podríamos hacer nosotros! Podríamos ser el nuevo Da Vinci, o el nuevo Club de los poetas muertos, pero os vuelvo a recordar una condición que debe estar forjada en nuestra memoria: seremos auténticos, vosotros mismos. No importa si la estupidez humana os reconoce o no, sino perseguir el desfogar de las ideas de nuestra mente. Dejaremos una bella marca en vuestra vida bajo el peso de la condena inquebrantable de dirigirnos todos desemboca en el mismo final. Vivir, ¡Vivir intensamente a pesar de todas las dificultades!
Ars longa, vita brevis.
Con toda la ilusión,
Una ánima humanista, artista y soñadora.