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En "David Copperfield", Charles Dickens mostró el dilema de ser hijastro en pleno siglo XI

Después de varios artículos de Crítica literaria, esta semana he decidido hacer una crítica sobre una obra clásica escrita por uno de los mejores escritores del siglo XIX. David Copperfield es el reflejo de la mala suerte que provocaba ser hijastro, parentesco que estaba muy mal visto en el siglo XIX, en una época llena de hambruna y de miseria para quienes tenían esa mala fortuna.



David Copperfield nació siendo huérfano, cosa que le marcaría toda la vida. Bautizado con el nombre de su padre fallecido, David sufrirá muchas desgracias que le permanecerán en el alma.


Clara, su madre, se volverá a casar, pero su nuevo marido resultará ser un hombre miserable que les condenará a vivir una vida amarga tanto a su mujer como a su hijastro David.


El nuevo marido de Clara y su hermana (vivirá con ellos a partir de la boda) marginarán a David profetizando injurias a Clara en contra de su hijo, haciendo sentirse David un niño infeliz y desestimado.


David será inscrito en un internado. Cuando termine el curso, se enfrentará a las adversidades que le dará la vida.



Esta obra refleja cómo la vida puede cambiar tan solo con una serie de acontecimientos irreversibles. Además, plasma que puede haber tanto compasión y bondad como crueldad y frialdad dentro de las entrañas del ser humano y de la sociedad.


Como conclusión, se ha de especificar que David Copperfield es una de las mejores obras literarias que engloba el modelo estético del Realismo del siglo XIX. La vida está llena de casualidades y de sucesos inesperados, sean agradables o desagradables. Nunca puedes llegar a conocer a alguien hasta que no observas su faceta de maldad.



Dando fin a este artículo, os voy a dejar algunas frases célebres del libro:



“Quererla tal como la has escogido, por las cualidades que tiene y no por las que no tiene.”


“Bien sabe Dios que si me hubiera hablado con amabilidad en aquellos momentos, yo habría podido ser mejor e incluso convertirme en una criatura diferente para el resto de mi vida. Unas palabras de aliento y de explicación, unas palabras de piedad para mi ignorancia infantil, unas palabras de bienvenida que me tranquilizaran y me ayudaran a sentir que aquél era mi hogar, podrían haber conseguido que le obedeciera de todo corazón, sin hipocresía, y que, en lugar de odiarle, le respetara.”


“Jamás seas mezquino en nada; jamás seas desleal; jamás seas cruel.”


“Ahora me doy cuenta de que mis reglas de oro han sido no hacer nada a medias y no menospreciar ninguna de mis tareas, cualesquiera que fueran.”


“Nunca he creído posible que una habilidad natural o adquirida pudiera desdeñar la compañía de otras virtudes más humildes como la laboriosidad y la perseverancia. En este mundo no hay nada comparable al deseo de llegar hasta el fondo de las cosas.”



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